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lunes, 28 de julio de 2014

Lo que soy yo cuando estoy conMigo

A menudo diseñamos en nuestra mente ese plan de evacuación a lo que somos, para alcanzar lo que siempre quisimos ser. Lo normal es encontrar bajo el somier una gran caja repleta de guías turísticas, ropa de bebé o simplemente información sobre la carrera que nunca llegamos a escoger. 
Es curioso como una crisis existencial de cada persona le conduce siempre a sentarse en el suelo y abrir la caja, al tiempo que impacta como una bala la siguiente pregunta: "¿Y si...?"
Construir un futuro en base a las leyes del protocolo social, nos exime en gran medida de conseguir nuestros propios objetivos, pues por mucho que luchemos llega un punto en el que no es posible avanzar sin tomar antes una decisión: ¿sobrevivir malamente por dedicarme a lo que quiero o vivir bien por dedicarme a lo que debo?
El concepto de felicidad ata lazos con un prototipo de vida muy claro. "La gente se enamora a los veintitantos, se casa, ponen la encimera de granito y compran la casa a las afueras a los treintaitantos" que dijo Viola Davis y en verdad, parece que toda persona cuyo estilo de vida esté fuera de esta descripción, no tiene oportunidad ninguna de ser feliz. Nosotros mismos generamos el rechazo a todo esto, porque no concebimos idea distinta de lo que desde el principio nos han enseñado: la recta organización del día a día, la minuciosidad de los detalles, el valor del matrimonio mucha veces sin amor...
Lejos de reconducir nuestra existencia, la mayoría insistimos en compararla con lo que podría haber sido, mientras que otros abandonan las exigencias sociales y dan ese salto al vacío. Hablamos de bohemios, célibes, ermitaños o meditadores que tuvieron la valentía de escoger su propio camino y así, encontrar el verdadero sentido de su felicidad.



jueves, 17 de julio de 2014

Anatomía

A menudo me volvía a contemplar su espalda, como una hilera de cerros diminutos que descienden río abajo por la cascada de sus vértebras. Y las dunas de sus costillas, abrazando los perfiles de su dorso, subiendo y bajando al ritmo de sus inspiraciones. Dormida era realmente hermosa... Y más no puedo decir que fascinado me trasladaba a otro mundo si en la pista de baile movía hasta romper el encaje de sus caderas, agitando de uno a otro lado suavemente los brazos, sin saber que al instante se centraban en ella todas las miradas.
Bajo la cúpula estrellada, fingía descansar cerrando sus ojos mientras con mis dedos, yo dibujaba su cuello y el desierto de su abdómen.  Su pecho se mecía como las olas en el mar cuando refresca y cae la noche; mostrando el lado más tierno de su inocencia.
Y su forma andar... por la calle más que caminando, iba cautivando. Bordando pisadas en forma de saltos, enfilando las curvas de sus piernas al tiempo que se percataba de mi tardanza y entonces giraba la cara mirándome por encima del hombro, pues tan solo con el gesto sabía insinuarlo todo.